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martes, 25 de febrero de 2020

 

TRAUMAS INFANTILES 

Hace años, una madre llorosa me contó que su hijo, que entonces tendría catorce años, le había dado una patada por taparle el televisor mientras marcaban un gol. La pobre había sido pateada en acto de servicio; ya que, en ese momento, depositaba ante su excelencia una bandeja con la cena. La señora me confesó, además, que su hijo no admitía otro menú que no fueran huevos fritos con patatas y que no había comido otra cosa en los últimos años. Ella no se había atrevido nunca a reñirle, y mucho menos a darle un buen cachete pues, según había entendido a los psicólogos de las películas americanas, estaba convencida de que éste produciría en su hijo un trauma infantil irrecuperable.
 Ayer me encontré por el barrio al niño en cuestión. Ya ha cumplido los veinte años, y caminaba bajo el peso de una capa adiposa exuberante: doble papada en la barbilla y barriga descolgada sobre el cinturón haciendo suponer un embarazo de mellizos. No me atreví a preguntarle si aún continuaba con el mismo menú; pero de la conversación saqué la idea de que se le había quedado el alma tan fofa como el cuerpo. Pensaba que tenía que ir a un gimnasio; pero me dijo que su principal deporte seguía siendo ver la televisión. Pensaba que tenía que estudiar más para acabar la carrera, pero se quejaba de lo desmesurado del esfuerzo.
  Me acordé de Sutter y Luccioni. Según ellos, los hijos de padres autoritarios se rebelan y viven la aventura de transgredir las reglas hasta reorganizar sus propias normas, pero los niños criados sin normas carecen de referentes para organizar su propia vida. Acostumbrados a hacer su santa voluntad se sorprenden cuando alguien les plantea una exigencia, un esfuerzo o una obligación; y, así, difícilmente se adaptan al mundo de los adultos, añorando siempre una infancia en la que imponían sus caprichos. En definitiva, padecen de adultos el trauma de ser reyes destronados.
 Hablando de este tema, una excelente educadora me dijo que ella siempre había defendido el equilibrio pero prefería trauma conocido que trauma por conocer.

José M. Esteve, Cuadernos de Pedagogía, enero de 2003



1.Lee el texto y responde a continuación:
 a)      ¿Por qué la madre le consentía todo y le reñía?
b)      ¿Aprueba el autor la conducta del chico? Pon ejemplos que justifiquen tu respuesta.
c)       ¿Qué consecuencias tuvo sobre el muchacho esta educación seis años después?¿Cómo se encontraba físicamente?
d)     Resume el texto con tus palabras.
 2.  ¿Cuál piensas tú que ha de ser la actitud de padres y profesores respecto a la educación permisiva? Mínimo 7 renglones. Usa marcadores del discurso.
 

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